sábado, 24 de agosto de 2013

El agua en Colombia




Pese a que Colombia es el sexto país con mayor oferta hídrica en el mundo, el Ministerio de Medio Ambiente calcula que la mitad de los recursos hídricos tienen problemas de calidad. Se estima que la industria, el sector agropecuario y las aguas domésticas generan 9 mil toneladas de materia orgánica contaminante de los acuíferos.


Tres cordilleras, dos océanos, páramos, bosques tropicales y una ubicación estratégica le permiten al país tener una generosa oferta hídrica que por largo tiempo lo ubicó como el sexto con más agua en el mundo. Con los años el ranking se ha ido decantando, y ahora se analizan aspectos como la calidad y la disponibilidad que la población tiene del recurso. Bajo esta lupa, Colombia ha descendido varios escalones, a tal punto que el año pasado fue ubicado en el puesto 24.

Con precipitaciones anuales promedio de 1.800 mililitros –cuando en el resto de naciones del planeta son de 900 mililitros–, cerca de 720 mil cuencas hidrográficas y alrededor de 10 ríos con caudales permanentes, se podría pensar que hay agua ilimitada para todos. Sin embargo, la situación es preocupante. El viceministro de Ambiente, Carlos Castaño, afirma que más del 50% del recurso hídrico en Colombia no se puede utilizar por problemas de calidad.

“Estamos frente a una situación que necesariamente debemos enmendar. A ello se suma que la oferta de agua en Colombia no está disponible en forma equitativa”, asegura el alto funcionario.

Según el Informe nacional sobre la gestión del agua en Colombia, elaborado con apoyo de la Asociación Mundial del Agua y la Comisión Económica para América Latina (Cepal), las fuentes que contribuyen al deterioro del agua y al incremento constante de la contaminación en el país son diferentes, siendo los sectores agropecuario, industrial y doméstico los principales responsables, ya que en conjunto generan cerca de 9 mil toneladas de materia orgánica contaminante.

El documento, uno de los informes presentados en el Segundo Foro Mundial del Agua realizado en el año 2000 en La Haya, señala que al entorno natural se descargan casi 4.500.000 m3 de aguas residuales domésticas e industriales, y la mayoría de los municipios no cuentan con plantas para su tratamiento. Ciudades del nivel de Barranquilla tan solo tienen a su disposición lagunas de oxidación antes del vertimiento de las aguas, mientras la capital, Bogotá, cuenta con una planta de tratamiento que solo procesa el 20% de lo que producen los habitantes.

Según el Estudio Nacional del Agua (2010), que realiza cada cuatro años el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), la mayor parte del sistema hídrico andino colombiano se ha alterado debido al transporte de sedimentos y sustancias tóxicas, con una incidencia marcada de los corredores industriales ubicados en las cuencas de los corredores Bogotá–Soacha, Medellín–Itagüí, Cali–Yumbo, Sogamoso–Duitama–Nobsa, Barranquilla–Soledad y Cartagena–Mamonal, lo que afecta gravemente la calidad del líquido en los ríos Magdalena, Medellín, Bogotá y Cauca.

Abundancia vs. escasezColombia tiene una oferta natural de agua de 2.200 km3 por año. Nelson Ómar Vargas, profesional especializado de la Subdirección de Hidrología del Ideam, explica que es una gran cantidad para un país que solo demanda 35 km3 anuales, de los cuales nueve se pierden por ineficiencias en los sistemas de riego, en los procesos industriales y en los acueductos; no obstante, muchas regiones sufren por el acceso limitado al recurso y la mala calidad.

En este sentido, Guillermo León Vásquez, profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional en Medellín, señala que el acceso al agua de calidad se ve afectado por problemas de distribución. “A esta situación la llamamos escasez tecnológica para el aprovechamiento del mineral, por eso muchas poblaciones como la costa Pacífica y la llanura del Caribe, a pesar de vivir en zonas con abundante recurso, no lo tienen o es impotable”.

En Colombia hay zonas donde la pluviosidad alcanza niveles de 10.000 mm al año, como en el Pacífico, y otras donde apenas llueve en promedio 800 mm, como en La Guajira.

Precisamente, en los lugares de mayor oferta no hay una importante concentración demográfica. De hecho, el 70% de la población colombiana vive en el área correspondiente a la cuenca del río Magdalena–Cauca, que aporta tan solo el 11% del recurso hídrico del país, y donde se genera el 85% del Producto Interno Bruto.

El resto del territorio nacional, donde se encuentran las importantes vertientes que contribuyen con el 89% del agua como el Orinoco, Amazonas, Pacífico, Atrato, Catatumbo y Sierra Nevada, alberga al 30% de los colombianos. Esta presión demográfica termina afectando negativamente las cuencas hidrográficas.

“Hay que hacer gestión para que los inconvenientes de disponibilidad de agua en el ámbito regional y local sean objeto de decisiones adecuadas. Así, queda claro que el problema no es la relación oferta–demanda”, explica Vargas, del Ideam.

Más Niñas y NiñosGermán Poveda, profesor de la UN en Medellín y experto en el tema, asegura que el cambio climático afecta las cuencas en el país porque se ve sometido a ciclos hidrológicos más intensos y menos espaciados, como El Niño y La Niña: “Se trata de eventos extremos que provocan inundaciones, tal como lo vimos a finales del 2010”.

Para Conrado de Jesús Tobón Marín, también profesor de la Facultad de Agronomía de la UN en Medellín y estudioso de páramos y bosques alto–andinos, más que el cambio climático se deberían analizar con prioridad los usos del suelo, la relación del hombre con la naturaleza y tener en cuenta fenómenos como la pobreza. “El ser humano y sus acciones sobre los ecosistemas sí son capaces de modificar el clima en poco tiempo. Por ejemplo, la quema de las cuencas de los páramos muestra efectos clarísimos en el ambiente en menos de un mes”.

Colombia posee abundante agua que no está siendo utilizada correctamente y cuya disponibilidad es un problema para muchos municipios. El intenso invierno ha afectado a 28 departamentos con inundaciones, pero aún así hay problemas de abastecimiento y calidad. Contaminación, mal uso del suelo y falta de gestión son algunos de los ingredientes del peligroso coctel de desperdicio del líquido que, tarde o temprano, cobrará factura.


Edición:
UN Periódico Impreso No. 141